Corrientes Opina

El portal para pensar y debatir

Seguridad ¿Para que?

Difundir el amor

Toda actividad humana se rige por la Ley de Costo-Beneficio. Por ejemplo: No podríamos hoy concebir la vida sin electricidad, pero a la electricidad hay que generarla y muchas de las formas de generación son contaminantes y/o riesgosas.

Para producir algo hay que asumir un riesgo y la probabilidad de ocurrencia de un evento no deseado. La probabilidad de ocurrencia de un evento no deseado (accidente), nunca es cero; Puede ser muy baja, para ello se deben implementar mecanismos o dispositivos de seguridad que la reduzcan al mínimo.

Las industrias más seguras que el ser humano ha desarrollado son la Aeroespacial y la Nuclear, las mismas manejan un índice de probabilidad de ocurrencia de un evento de uno en un millón. Aun así los transbordadores Columbia y Challenger tuvieron un final trágico y las centrales nucleares de Chernóbil y Fukushima accidentes gravísimos de los que aun hoy no podemos medir la totalidad de las consecuencias.

“¡Acá no va a pasar…!” es la reflexión que solemos escuchar, típica de quien pone los problemas y las responsabilidades en otro, por fuera de sí mismo.

La afirmación supone un coeficiente de inteligencia o de una cuota de destreza que está por encima de lo normal. En realidad, de ignorancia y de falta de educación. EL “Acá no va a pasar” forma parte de una serie de frases hechas que tratan de explicar nuestro nivel de irresponsabilidad.

Tal vez sea la misma reflexión que hicieron los administradores de “Cromañón” o los Inspectores que debieron velar porque las condiciones del establecimiento fueran acordes a los riesgos. ¡Nunca pasó nada… qué podría pasar!

Por lo general, los que operan instalaciones de medio y alto riesgo están en condiciones de enfrentar eventos desfavorables pequeños. Cuando el evento supera la capacidad de respuesta se le echa la culpa a la Naturaleza, a Dios, y a cosas que nadie podía haber previsto, en vez de reconocer que se trató de falta de previsibilidad.

Decían los que diseñaron y construyeron el Titanic que era “imposible” que se hundiera. Bajo esa concepción, ¿para qué instalar  botes salvavidas para todos los que viajaban?

Independientemente de las tragedias que ocurran, siempre hay un denominador común. La imprevisibilidad. El exceso de confianza. La ignorancia. El querer ahorrar, donde no hay que ahorrar y el convencimiento que “a mí no me va a pasar”.

Un incendio, una explosión, una inundación, un movimiento sísmico, un derrame, un choque en cadena de vehículos, cualquiera de estos eventos, tal vez nunca hayan ocurrido, pero… ¿podrían ocurrir? Si la respuesta es afirmativa, tenemos la posibilidad y la obligación de preverlo.

En tal caso, la pregunta siguiente debe ser: “¿Bajo qué condiciones podría ocurrir? Así empieza un Plan de Contingencia. Estar preparado es la clave.

Cuando la emergencia ocurre no hay tiempo para pensar. Hay presiones, nervios y si no se previó que debe hacerse, seguramente las decisiones no van a ser las mejores.

Si las actividades que mayor grado de prevención nos han dado ejemplo lamentables de imprevisión, solo queda preguntarnos, ¿y por casa como estamos…?

Emergencias habrá siempre, así lo demuestra la historia. Lo importante pasa por estar preparado.

¡¿O acaso pensamos que acá no va a pasar?!